jueves, 31 de mayo de 2012

"A las mujeres nos hacían menos"




--“A las mujeres nos hacían menos”--, me decía ella y me clavaba la mirada fijamente . Sus ojos negros eran dos tizones encendidos. Sonreía. --”A mi no me dejaron ir a la escuela, decían que para qué, si uno como mujer debe atender al marido. Yo aprendía a leer y escribir apenas. Ahora mis dos hijos y mis dos hijas tienen carrera universitaria.”--

--”Yo crecí mirando como golpeaban a mi mamá y yo me decía que no quería eso para mi.
Y no fue fácil”--

--”Aprendía quererme y respetarme. Aquí está bien visto que maltraten a una por ser mujer. Así que cuando una no se deja. Es rebelde y todas la ven mal. A mi no me importa. Yo siempre le dije a mi esposo tu no me pegas, porque somos iguales, tu no eres más que yo.”--

Yo la miraba sonreírme orgullosa, con esa risa de quien le arrebató a la vida algo que le tenía negado.

Llovió. Mi corazón no escampó. Y no era por ella, ella me dió esperanza, me hinchó de alegría el corazón. No, no era ella. Es mi conciencia de que a la mujer la maltrata e incluso mata aquel que dice que la amarla. Y eso me rompe el corazón.

He visto a muchas mujeres lastimadas. Las he visto endurecerse y envilecerse. Las he visto tratando de comportarse como hombres. Y ver en ello su irremediable ruina. Y siempre que lo miro pienso en que yo soy hombre y no me gusta ser como me han dicho que deba ser.

Dicen que soy dulce y que soy tierno. Yo sólo sé que tengo cicatrices y piel hecha jirones, que mis propias heridas me obligan a caminar con mesura. Y que esta condición masculina, que me ha sido impuesta me otorga la facultad de oprimir, de arruinar y arruinarme la vida también. Consciente de la inutilidad de ello, renuncio a ser eso que esperan de mi. No estoy cierto de si es bueno o malo. Sólo que así soy. Que vivo tranquilo sabiendo que no haga daño a nadie, y trato de dar lo mejor de mi, quizá sea poco o nada. Eso no lo puedo juzgar yo.

Cae la tarde herida y mojada. Yo pienso en ella, en su risa de mazorca en tiempo de cosecha y sus ojos de tizón ardiente. Mi corazón escampa y se enciende.

Enrique Maraver
Mayo, 2012.

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