Nací el año en que
los buitres hicieron de la esperanza un festín.
Crecí con gente
cargada de estigmas.
Con quienes por piel llevaban cicatrices.
Con unos que tenían el pecho horadado, otros eviscerados.
Con quienes por dar
caricia recibieron muñón.
Jugué y reí con la ternura de quienes,
sabiéndose vencidos, me enseñaron a resistir y aguantar.
Quizá por
eso crecieron en boca ramilletes de palabras hijas
del dolor.
Y desde entonces mis párpados son una cama donde,
frecuentemente, el rocío viene a tomar fuerzas para comenzar la mañana.
[enrique maraver]
No hay comentarios:
Publicar un comentario